Volver a verte no era solo
un ligero y constante
empeño,
sino anudar, dentro del
alma,
un hilo roto del ensueño.
Volver a verte era un
oscuro
presentimiento que tenía
de hallarte ajena y sin
embargo
seguir creyendo que eras
mía.
Volver a verte era el
milagro
de una dulce convalecencia
cuando todo, al alma
desnuda,
vuelve más bello de la
ausencia.
Volver a verte, tras la
noche
impenetrable del abismo,
era hallar en tus ojos una
imagen vieja de mí mismo.
Y encontrar, en el hondo
pasado,
días más bellos y mejores,
como esa carta en cuyos
pliegues
se conservan algunas
flores.
Volver a verte era
mostrarme
la pena que está
congelada,
como bruma de tarde
hermosa,
en el azul de tu mirada.
Y, ya lo ves, del largo
viaje
regreso más puro y más
fuerte,
porque dormí toda una
noche
en las rodillas de la
muerte.
Porque yo miraba en tus
ojos
un cielo de cosas pasadas,
como en el agua de las
grutas
se ven ciudades
encantadas.
Y porque vi tu clara
imagen,
entre un nimbo de luz
serena,
como jamás, a ojos
mortales.
se apareció visión
terrena.
Volver a verte era un
oscuro
presentimiento que tenía
de hallarte ajena, y sin
embargo
seguir creyendo que eras
mía.
Rafael Maya

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